La maternidad no es fácil, pero encierra el amor más perfecto. Un amor que por más que se intente describir está atado a la vivencia real de dar a luz, de parir con dolor y a la vez con la ilusión de conocer por vez primera a quien ya te conocía a ti desde adentro.
La maternidad es el ejercicio constante de cuidar sin nada a cambio, de cuidar a quien es parte de ti aunque ya no esté dentro de ti. Y es que una vez nacen los hijos, entonces son ellos los que permanecen dentro de uno.
La maternidad también es la experiencia de quien descubre, a través del acto inigualable de la adopción, que puede amar incondicionalmente a quien no nació de ella, pero fue parido desde el alma.
La maternidad es la experiencia de amar desde el instinto más puro que te lleva a comprender que a los hijos se les ama, no porque sean inteligentes, lindos, saludables, perfectos y deseados, sino por el hecho irrepetible de ser tus hijos.
Cada hijo en el vientre es un ser humano que tiene sueños de vida, que tiene talentos que ofrecer, es un puertorriqueño o una puertorriqueña que se hermana a esta gran familia que llamamos Puerto Rico.
Y nosotras las madres somos sus forjadoras, somos el cincel de esa nueva vida que alimentamos, vestimos, acariciamos y educamos. ¡Pero sobre todo somos las talladora de sus almas!
Eso somos las madres, hacedoras se vida y de los nuevos hombres y mujeres de esta patria.
Fuente: https://www.noticel.com/opiniones/20220508/hacedoras-de-vida-y-patria/