Recientemente leí la verborrea altisonante de algunos que recurren a prorrumpir palabras para interpretar otras como les venga en gana, de manera que puedan acomodar sus interpretaciones al mensaje fabricado que quieren transmitir para, viciosamente, atacar a la persona con la que difieren. En este caso, la mitología de un columnista de El Nuevo Día, lo ha llevado a decir barrabasadas con ínfulas literarias para que el lector incauto crea que unas expresiones citadas a medias y descontextualizas, alegadamente implican minimizar a las víctimas de violencia sexual. ¡Absurdo, mendaz y vil!
Resulta que en conversación con el periodista Julio Rivera Saniel, le expliqué la importancia de regular el aborto en los casos de menores de edad para proteger a víctimas de violencia sexual. Le explicaba que, ahora mismo en Puerto Rico, una menor de edad (12, 13,14, 15 años, etc…) puede ser llevada a abortar por el violador y nadie se entera, ni sus padres ni el Estado. ¿Cómo así? Resulta que, en nuestro país, una menor necesita el consentimiento de al menos uno de sus padres para realizar prácticamente todo. Por ejemplo, no puede sacarse una muela (parte de su cuerpo), no puede hacerse un tatuaje (en su cuerpo), no puede hacerse una cirugía estética (en su cuerpo), no puede matricularse en un club de deportes (para jugar con su cuerpo), no puede ir a ningún médico solo (para sanar su cuerpo), etc, etc, etc, pero para tomar la decisión irreversible y permanente de terminar con la vida de un hijo en el vientre, para eso, para abortar, no se le requiere consentimiento de ninguno de los padres. ¡Qué negocio para las clínicas abortistas a costa de la desprotección de las niñas y adolescentes ante una decisión de esta magnitud!
Pues, ante esta realidad, le plantee al periodista que el aborto en sí mismo no era una solución para combatir el abuso sexual. En ese contexto, expuse que el hecho del aborto ni borra (desviola) la violación ni tampoco asegura que al salir de la clínica la menor no vuelva a ser violada. El que escucha la conversación completa y no a medias, concluirá con facilidad que estoy exponiendo la cruda realidad de la falta de protección en la que se encuentran las niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual y algunas de las razones por las cuales la práctica del aborto debe ser regulada en los casos de las menores.
En síntesis, que una menor de edad pueda abortar sin que nadie se entere no resuelve el problema del abuso sexual, en todo caso lo facilita. Pues el victimario puede, fácilmente, encubrir su delito. A quién único beneficia la desregulación del aborto en estos casos es a las clínicas abortistas que cobran por estos procedimientos y a los violadores criminales que pueden llevar a sus víctimas a abortar para que nadie se entere.
Entonces, como lo obvio no resulta suficiente para algunos pseudo intelectuales del país, otro pseudo periodista de El Nuevo Día intenta justificar el aborto sin límites alegando que el 75% de los abortos de menores por violación, son casos de incesto. Lo que el periodista no menciona es que el proyecto de ley atiende esa situación, proveyéndole a la menor la alternativa de acudir al Tribunal, en un procedimiento rápido, para poder tomar la decisión si demuestra tener capacidad para consentir. De esta manera, al menos el Estado adviene en conocimiento de que esa menor está en situación de riesgo. De lo contrario, luego del aborto, ¿quién se asegura de que esa menor no vuelva a la casa donde fue violada? De ahí el planteamiento claro de que ir abortar ni borra el hecho del abuso sexual ni la protege de futuras agresiones.
Por otro lado, a la luz de su propio argumento en contra del proyecto, quedó claro que, a ese periodista, supuesto defensor de los derechos humanos, no le preocupa el resto de las niñas y adolescentes que componen el 25% de las víctimas de abuso sexual. Esas que no son violadas por su padre, sino por un tercero que puede llevarlas a las clínicas abortistas sin que nadie se entere. Resulta, como es evidente, que algunos que quieren justificar lo injustificable, se enredan en sus propias falacias argumentativas. Y es que, cuando el silogismo del pensamiento coherente no existe, caer en el ridículo es muy fácil.
Así las cosas, algunos columnistas, comentaristas y pseudo periodistas fanáticos del aborto recurren demagógicamente al ataque bajuno y deshonesto para tratar de crear imaginarios contra quienes ellos estiman como adversarios políticos. Y en ese afán, no solo tergiversan creativamente expresiones ajenas, sino que, haciendo uso de la memoria selectiva, omiten el historial legislativo de quiénes hemos presentado varios proyectos de ley para combatir efectivamente la violencia sexual. ¡Claro! Eso no lo dirán, pues no le conviene a su discurso.
No le dirán que ya es ley (7-2023) un proyecto de mi autoría para garantizar que todo el personal de enfermería de salas de emergencia, en hospitales y nivel primario, tengan que tener educación continua en el manejo de casos de violencia sexual. Tampoco le dirán que está pendiente de aprobación otro proyecto para asegurar que los médicos de sala de emergencia también tengan que tener esta preparación. Tampoco le dirán que está pendiente de aprobación un proyecto de ley para establecer como requisito de graduación para los cadetes de la policía un curso sobre manejo de casos de violencia sexual. Y por supuesto, tampoco le dirán que presenté un proyecto de ley para ordenar al gobierno a realizar una campaña a través de WIPR contra la violencia sexual.
Queda claro que, mientras algunos se entretienen escribiendo para enaltecer sus egos o para vilmente desenfundar ataques viciosos, otros estamos trabajando desde la realidad, la coherencia y la dignidad por las mujeres niñas y adolescentes de nuestro país.