Un grupúsculo de mujeres de varias organizaciones feministas en el país insiste en exigirle a la gobernadora que declare un estado de emergencia por la violencia contra las mujeres. En su exigencia, portavoces feministas declaran sin tapujos que uno de los objetivos de esta solicitud es la imposición de la perspectiva de género en las escuelas públicas.
Ante esta insistencia, es imperativo que la gobernadora conozca el sentir de todas las mujeres en el país y no solo el de las que se han atribuido unilateralmente la facultad de hablar a nombre de todas. Debe saber la gobernadora que la mayoría de nosotras no nos sentimos representadas por estos llamados grupos feministas. Somos muchas más las que no interpretamos el problema de la violencia contra la mujer desde el prisma de la lucha de sexos, sino desde la necesidad de educar en el respeto a la dignidad humana. Somos más las que no vemos en el hombre un enemigo y las que no queremos fomentar el odio de unos contra otros, sino la mutua comprensión, solidaridad y hermandad. Pero, más importante aún, también somos muchas las que repudiamos que se utilice la lucha contra la violencia machista y el verdadero reclamo de equidad, como un subterfugio para imponer, desde el Estado, la educación con perspectiva de género.
Lamentablemente, hay quienes por ignorancia- creen que este tipo de educación es indispensable para erradicar la violencia machista. Esto, aunque ningún estudio científico lo corrobore. Producto de la manipulación mediática, muchos otros creen que la educación con perspectiva de género tiene que ver solamente con enseñarles a los niños que todos pueden jugar con carritos y muñecas, o que todos pueden ser mecánicos y peluqueros. Si fuera tan sencillo y pueril, no estaría escribiendo estas líneas.
Pero no, no lo es. La perspectiva de género poco tiene que ver con esto y mucho tiene que ver con imponer una forma excluyente de entender la sexualidad humana. Explicándola únicamente a partir de la cultura y descartando cualquier condicionamiento natural. En síntesis, enseñándoles a nuestros hijos que no nacen ni hombres ni mujeres, sino que son sexualmente neutros y que son ellos mismos los que escogerán, como si fuera una cartilla de colores, si son niños, niñas u otro género; y que, asimismo, escogerán su orientación sexual.
El problema con esto no es que haya quienes crean ciertas estas teorías anticientíficas, pues cada cual debe ser libre para pensar lo que quiera. Lo que sí es un problema es que se utilice el poder político del Estado para imponerles a todos los niños del sistema de educación pública esta forma de pensar, sin posibilidad de opinar distinto.
Creo que queda claro, hay adoctrinamientos que no son religiosos y totalitarismos ideológicos sin credos. Estoy segura de que seremos más las que combatiremos cualquier tipo de imposición ideológica, pues ello también es otro tipo de violencia.
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